lunes, 1 de agosto de 2011

La mariposa y la flor.

La mariposa y la flor.


Dulce K@OS.

Llegó al Alba.
En la madrugada más necesitada como viento que todo lo agita y desordena.
Eras vida en ti,
Una suerte de virgen ávida de nuevas experiencias, carente del lado oscuro del que ambos huíamos.

El amanecer.
Se posó en mi  dándomelo todo,
era la esperanza y la promesa…
renací de mis cenizas y contemplé el amanecer
que tantos años se le había negado a mis ojos.

Pero algo oscuro creció en ella durante esa mañana,
o quizá ya estaba en su interior.
Interior que no supe intuir.
Para no caerse cuando la brisa nos agitaba,
me pedió que la abrazara.
Todo lo que probaba lo que quería para si,
aprendiendo así a no compartir.
Sentimiento que yo ya conocía.

La tarde
Le preparé un rico néctar,
la acomodé entre mis pétalos y
le susurré una canción que no conocía
pero que llevaba toda la vida esperando escuchar.
Cayó en manos de Morfeo
 y aproveché para abrazarla mas firmemente.

La Noche
El atardecer se convirtió en noche,
la luz se debilitó al ritmo de su respiración serena y confiada.
La oscuridad también me engulló a mí.
Como respuesta al ansia por mantenerla junto a mí,
aprendí a tejer oscuros laberintos
que la mantenían siempre cerca, próxima, cautiva y adormecida
por el dulce veneno embaucador que  
habíamos destilado en lo mas profundo de nuestra alma.

El despertar

Fueron noches y días,
Meses y años,
Siglos, edades,
Todo parecía eterno y fácil.

Pero llegaron los vientos huracanados
del cruel invierno de nuestros corazones.
No iba a permitir que se cayera, que se perdiera.
Aseguré mis raíces, enderecé mi tallo
y luché contra los elementos.
Sin darme cuenta que
entre guerra y guerra
estaba olvidando mi jardín,
mi linda mariposa.


Tan fuerte la agarraba,
que olvidé que tenía alas.
Perdí la noción de su vuelo.

El viento amainó, la noche se calmó,
De nuevo la oscuridad eterna.
Calma, tranquila, relajada…

Cuando desperté no estaba.
El grito que emitió mi alma se extendió
en la inmensidad de la noche.
El sonido parecía hacerse hueco entre
los lamentos nocturnos,
incluso llegué a intuir un rayo de Sol.

Me incorporé y
al alzar la vista la ví,
allí estaba,
majestuosa,
con sus inmaculadas alas extendidas,
luchando por subir
y alcanzar un nuevo amanecer.
Era el batir de sus alas
lo que hacía huir la noche.
Estaba hermosa.
En la magnificencia de su lucha
miró atrás,
sólo un instante,
una porción insignificante de su tiempo.

Me vio, y
me regaló una sonrisa.


ches.  (cuentos para Xoel)

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