miércoles, 9 de noviembre de 2011

La princesa prisionera

LA PRINCESA PRISIONERA

Existió una vez un país tan próspero, tan feliz, que los árboles daban como frutos helados, el río no llevaba agua, sino zumo de melocotón, y la nieve, era dulce como la nata de las tartas. Todos sus habitantes eran felices y trabajaban contentos, pues sabían que lo que sembraban en sus campos daría cosechas gigantes y ricas.
En lo alto de la montaña más alta se erigía un castillo, blanco y radiante de día, cálido y luminoso de noche, todos admiraban la belleza de tal construcción.
En el vivía el rey, él era el que gobernaba aquellas tierras. Ante tal cúmulo de riqueza, el rey no paraba de trabajar pues necesitaba de todo su tiempo para administrar todos los recursos del país.
Este rey tenía una hija, su princesa y por ende la de todo el pueblo, de singular belleza, pero no por su aspecto físico, sino por su gracia, nació sonriendo y creció entre risas. Siempre jugando en palacio con otros niños, con las niñeras, con su nana….pero la princesa fue creciendo y su padre decidió que su hija debería tener una educación acorde con la alteza de su cargo, no en vano ella debiera ser su sucesora y, tarde o temprano, se haría cargo del control del reino. Comenzó a obligarle a estudiar, aprender, tomar decisiones, entrenar, etc. Le prohibió jugar, salir del castillo y ver a otros niños de su edad.
Los años pasaron y la princesa de niña pasó a mujer, sus gestos se endurecieron, su sonrisa se tornó huidiza a l principio, luego simplemente desapareció y fue sustituida por una tristeza continua.
Un día el rey reparó en que su hija, su niña, ya no lo era, se había convertido en una mujer, y que su sonrisa ya no estaba. Le preguntó por ella, pero la princesa no supo decirle donde la había perdido.
Entonces el rey anunció que ofrecía una gran recompensa, dos mil monedas de oro, al que encontrase la sonrisa de la princesa y se la devolviera. El rumor se extendió por todo el reino, y llegó a otros reinos muy lejanos. Pronto se formó en las afueras del castillo tal aglomeración de gentes que decían que ellos devolverían la sonrisa a la princesa que el rey tuvo que organizarlos para que entrasen de uno en uno a mostrar lo que sabían hacer para que su niña volviera a se r feliz.

Pasaron magos, que hacían desaparecer cosas en el aires, y que de unos sombreros sacaban palomas….A la princesa le gustaron pero no se rió con ellos, demasiado serios.
También acudieron malabaristas, que lanzaban al aire objetos y los hacían bailar con gran gracia sobre sus manos y sus pies, con ellos si sonrió la princesa, pero cuando se acabó su actuación la tristeza la atrapó de nuevo….
Entraron también domadores, saltimbanquis, equilibristas, bufones, etc.… pero todos le proporcionaban una actuación divertida para luego abandonarla de nuevo a su estado de melancolía….
A la princesa le faltaba algo y toda aquella gente no supo ofrecérselo o mostrárselo, el rey los despidió a todos, déjennos solos, déjennos con nuestra tristeza….Entonces el rey se abandonó con su hija, y se sumieron en tal estado abatimiento y desolación que el país se quedó sin quien lo gobernase. Así el río se secó, los árboles tiraban sus frutos, la fruta recogida no estaba madura y nada fue como antes era.
Así pasaron los años y el país pasó a ser algo así como un desierto, pobre, sin recursos.

Un día el viento del sur trajo el dulce y armonioso sonido de una flauta maravillosamente tocada, levantaba sonrisas y llenaba de esperanza en los desconsolados corazones de los habitantes de aquellas tierras. Nada mas llegar a oídos del rey este envió mensajeros a buscar a quien tan candorosa armonía producía. Ante él se presentó obligado un joven trotamundos, vestido con ropas viejas y muy usadas, pero de muy vivos colores, con una sonrisa enorme y el pelo todo alborotado.
Dime joven – dijo el rey-¿Como consigues hacer esa música que a todos nos alegra los corazones?
Simplemente toco y canto lo que veo, lo que me gusta- contestó el joven con gran entusiasmo.
El rey le insistió al joven-  ¿y por que no tocas algo para mi hija y para mí, nos encontramos muy tristes?,- y matizó – te recompensaré holgadamente.
OH, no gracias señor, yo no canto ni hablo por dinero, sino por el placer de hacerlo en libertad- contestó ahora sí muy serio el joven.
¿Y de donde sois?- preguntó el soberano.
De todas partes y … de ninguna – dijo el joven con gran misterio y comenzó a entretejer una historia cantada acompañando su música con el sonido de un pequeño laúd que llevaba colgado.

“ vivo aquí y allá,
los campos son mí mañana,
los ríos mi atardecer,
las montañas mi cama
y los mares mi canción.
No busco riquezas,
todo lo que tengo lo doy,
respeto la naturaleza,
amo los animales, las plantas,
las montañas y los bosques,
y a mis hermanos los hombres también.
Todo lo que necesito la naturaleza me lo da.
No tengo límites, nadie detiene mis pasos,
nadie pone tope a mis ideas,
no hay muros que mi imaginación y mi paciencia
no puedan atravesar o trepar
si tú decides ser libre,
salta ya, ven a este otro lugar “


Cuando la música dejó de sonar todos los que la habían escuchado estaban felices, pero el chico había desaparecido, solo quedaba en el aire el sonido lejano de una flauta que los relajó a todos.
El rey le preguntó a su hija si ahora será feliz y esta le dijo que creía que sí. Mando a buscar de nuevo al muchacho para recompensarlo, pero los mensajeros volvieron con las manos vacías pues no lo habían encontrado. La princesa le dijo al rey:
- Padre, reparte la recompensa entre la gente del pueblo que tanto hambre han sufrido a él le hubiera gustado, y a mí me reconforta.
- Hija mía por alguna extraña razón a mí también me agrada la idea, es mas daremos diez veces la recompensa a la gente de nuestro pueblo y nos pondremos a luchar y a trabajar para que el país vuelva a ser lo que era- gritó entusiasmado el rey.
- No padre, tu gobierna si quieres, aunque me temo que el pueblo se gobernará con o sin ti, lo que necesita el pueblo es sentirse libre, que cada uno haga con sus tierras lo que quiera, que plante lo que mas le guste, que los niños vuelvan a divertirse, a jugar, y los mayores también, que canten y que bailen mientras trabajan, eso hará que la naturaleza vuelva a estar feliz. Yo padre me voy, no puedo seguir en el castillo, necesito ser libre, recorrer mundo, dar todo lo que llevo dentro a los demás, quizá algún día mis pasos me vuelvan a traer a este o a otro castillo para animar a algún rey triste. Hasta entonces no os preocupéis por mí, estaré bien, seré feliz y ayudaré a ser felices a los demás.

Y nunca mas se volvió a ver a la princesa triste por aquel país, pero si se escucharon leyendas de que en otros reinos muy lejanos, una música de dulce flauta ahora acompañada del ritmo divertido de un laúd, animaba y despertaba los corazones de las dormidas gentes de aquellas latitudes.



chesbm.

para mi pequeño,
porque tu sonrisa y tu calma lo son todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario